El dilema de los clásicos

Aquí os dejo el último post del carrousel de la muerte de posts, donde he intentado llenar cada categoría con al menos uno. Ahora toca avanzar y comenzar a escribir de lo que cada uno quiera en el momento en el que quiera. Por lo pronto, voy a recuperar un post de otro blog que tengo -inactivo desde hace mucho- en el que hablaba exclusivamente de temas literarios o de la industria del libro. El otro blog no creo que lo active, ya que si quiero, puedo hablar de lo mismo aquí, pero sí que recuperaré algunos posts interesantes (y tengo varios en el tintero, no os creáis).

El otro día hablaba con un amigo sobre el tema de los clásicos. Como dije en otro post, tengo algo atravesada la lectura de la Montaña Mágica, es lo que hay, y estábamos hablando sobre por qué narices nos da por leer este tipo de libros. No nos engañemos, clásicos contemporáneos buenos haberlos haylos, pero cuestan. Los seres humanos somos mucho de imponernos retos, sobretodo la gente que leemos, y todos y cada uno de nosotros tenemos aquellos libros olvidados que sabes que quieres leer por el simple placer de haberlo conseguido. 

Cuando empecé a trabajar en una librería, mi idea loca era comprarme un libro de cada sección y así leer un poco de todo. De todas las secciones siempre tenía algo que podía apetecerme, excepto de la novela romántica. Así que fui a hablar con una compañera y ella estaba pensando en hacer algo similar, así que, como yo no tenía ni idea de novela romántica, le pedí consejo. Ella no se había leído el libro que se iba a comprar pero era como un gran clásico... La Bella del Señor de Albert Cohen. Sobra decir que no me gustó en absoluto, es más, aborrecí el libro, tanto que luego tuve que leerme del tirón los cinco de la Saga de Pendragon del señor Lawhead para quitarme el olor a rosas de encima.

Y es que a veces sobrevaloramos un poco los clásicos. Ojo, yo como el que más. Depende bastante de cómo te tomes la afición de leer, si en un momento dado se convierte en una obligación o en una forma de crecer espiritual o mentalmente, entonces los clásicos se presentan ante ti como una necesidad. Si lo que quieres es disfrutar de la lectura, yo soy de los que opinan que debes leer lo que te apetezca cuando te apetezca. Siempre puedes ir a recomendaciones clásicas de amigos, familia o gente que tenga gustos parecidos.

Siempre recordaré el caso Moby Dick. Tenía unas ganas de leermelo que vamos, una locura. Además en unas clases que estaba dando en la universidad sobre análisis literario analizamos la obra y mis ansias crecieron exponencialmente. Esas ganas y esa necesidad duraron más o menos hasta que me leí las cincuenta primeras páginas de ese gigantesco catálogo de caza de ballenas. Me lo acabé y valió la pena por las cien páginas del final, pero el resto es bastante aburrido y monótono.


¿Qué quiero decir con esto? ¿Yo? Nada, o prácticamente nada, al final cada uno hará y pensará lo que quiera. Yo me seguiré forzando a leer libros que no me gustan porque son el canon y muchos de vosotros lo haréis o no, pero seguiréis haciendo lo mismo que hacíais. Lo importante es que sigamos leyendo, cueste lo que cueste y pese a quien pese.

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